En la antigua Mesopotamia, los labios ya se maquillaban con el objetivo de resaltar su forma e intensificar su color.

Hoy en día, siguen siendo una de las partes de la cara que recibe más atención. Conseguir unos labios carnosos, definidos y simétricos es el deseo de much@s, algo que se puede lograr gracias a la cosmética y a las técnicas de cirugía.

Pero, ¿conoces la evolución que han sufrido los labiales desde su aparición en la antigüedad hasta la actualidad? Quédate a descubrirlo en este artículo.

Anatomía de los labios

Los labios están formados por una parte externa (recubierta por piel) y una parte interna (donde se encentra con la mucosa de la boca).

Son especialmente sensibles al tacto, así como a daños físicos, químicos o aquellos producidos por microorganismos.

La zona bermellón es la zona de transición entre la piel de la cara y la membrana mucosa de la boca, es decir; la superficie donde se aplica el labial. Esta zona se caracteriza por presentar una gran vascularización y una rápida renovación celular, lo que contribuye a la rápida cicatrización de grietas o heridas.

La forma específica que tienen los labios se debe a los músculos que los sustentan y al tejido conectivo que los forma, pero a medida que envejecemos van sufriendo una serie de cambios:

  • Adelgazamiento de la piel.
  • Pérdida de soporte muscular, que hace que el labio superior pierda firmeza y parezca más fino.
  • También se pierde la forma de corazón tan característica de unos labios jóvenes, así como la simetría entre el labio superior e inferior.
  • Disminuye el volumen de los tejidos blandos, lo que hace que los labios se vean menos carnosos.
  • Aparecen arrugas y líneas de expresión.

Todos estos cambios contribuyen a la estética, y una de las formas más económicas de disimularlos o enmascararlos es mediante el uso de cosméticos.

Historia de la barra de labios

Como dije en la introducción, las primeras mujeres que empezaron a “maquillar” sus labios lo hicieron en el año 3000 a.C. Parece increíble, pero ya en aquél entonces empleaban piedras preciosas trituradas, mezcladas con otros ingredientes como la arcilla roja, para teñir sus labios.

Los egipcios utilizaban sustancias provenientes de plantas, las cuales resultaron ser causantes de graves enfermedades, algo que más tarde se conocería como “el beso de la muerte”.

Y si tenemos que hablar de la historia del maquillaje, no podemos dejar de mencionar a Cleopatra. Se sabe que usaba escarabajos triturados y hormigas para dar color a sus labios.

Más tarde, en la Edad Media, su uso disminuyó porque no estaba bien visto en mujeres de clase alta, e incluso llegó a prohibirse en algunas religiones.

No fue hasta el siglo XVI cuando la reina Elizabeth de Inglaterra lo volvió a poner de moda; y su uso se disparó en el siglo XIX gracias a la industria del cine.

¿Con qué ingredientes se fabrican las barras de labios en la actualidad?

Hoy en día existe una enorme variedad de cosméticos destinados no sólo a mejorar estéticamente los labios, sino que también se emplean para reducir los signos de envejecimiento que afectan a los mismos.

Los labios poseen menos cantidad de agua que otras partes de la cara y además, también la pierden con mayor rapidez. Esto es debido a que apenas tienen glándulas sebáceas y sudoríparas, y la capa córnea en esta zona es casi inexistente.

A esto hay que sumarle el continuo contacto con la saliva, y que lejos de hidratarlos provoca el efecto contrario: sequedad y aparición de grietas.

Tampoco debemos olvidar que, al igual que la piel del rostro, están expuestos a la radiación solar y a las diferentes condiciones climatológicas, con los efectos negativos que ello conlleva.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, los ingredientes más típicos de las barras de labios son los siguientes:

  • Ceras (ej. cera de abeja): son las base del labial, las que permiten darle forma y rigidez.
  • Aceites, grasas, mantecas y siliconas (aceite de ricino, de almendras, de semilla de uva, manteca de karité, de cacao, dimeticona…): se usan para dispersar el pigmento y para aportar emoliencia y suavidad.
  • Colorantes: pigmentos minerales (óxido de hierro, dióxido de titanio…) y pigmentos de origen animal (ácido carmínico).
  • Antioxidantes (vitamina E, BHA, BHT…): para evitar que el cosmético se enrancie u oxide.
  • Conservantes (parabenos, fenoxietanol): protegen frente a la contaminación microbiológica.
  • Texturizantes (talco, sílice, mica…): mejoran la textura, aplicación y estabilidad del producto.
  • Fijadores (ej. resinas de silicona): ayudan a sella el color en labiales de larga duración.
  • Ingredientes activos: para aportar beneficios extra, como por ejemplo hidratación (glicerina), protección frente a los radicales libres (vitamina E), protección frente a la radiación solar (filtros solares)…
  • Fragancias: para enmascarar el olor del producto.
  • Agentes aromatizantes: para proporcionar sabor agradable.

Consejos para mantener unos labios cuidados

Maquillar los labios puede cambiar por completo la apariencia de la boca, pero para lograr el efecto deseado y que luzcan bonitos, es fundamental cuidarlos a diario:

  • Utiliza bálsamos hidratantes y reparadores que prevengan la aparición de grietas.
  • No olvides realizar exfoliaciones periódicas para eliminar las pieles sueltas y que tu labial se vea uniforme.
  • El uso de filtros solares es imprescindible. Los labios, al igual que el resto de la cara, se van a ver afectados por la radiación solar si no los proteges.
  • Si fumas, aquí tienes otro motivo para dejar de hacerlo: origina radicales libres, contribuye a la aparición temprana de arrugas y puede ocasionar cáncer de boca.


Y ahora, ¡sólo tienes que escoger el labial que más te favorezca! Aunque se trata de una elección muy personal, aquí te dejo un breve esquema que quizás te ayude a decidir:

Y tú, ¿utilizas labiales? ¿Cuáles son tus favoritos?

Yo a diario no suelo maquillarme los labios, pero lo que sí utilizo siempre, siempre, son bálsamos labiales 😊

Bibliografía

Gabriella Baki, Kenneth S. Alexander (2015). Introduction to Cosmetic Formulation and Technology. 347-356

M Teresa Alcalde, Alfonso del Pozo (2004). Vol 23 (11). 151-153